Quisiera contarle a todas (despierta o dormida, no sé)
Algo que ayer me pasó.
Y es que vi a Madre Soledad, ella estaba en oración.
Como movía los labios, quise saber qué decía;
Y me acerqué despacito para oír lo que pedía.
Y grande fue mi sorpresa a la vez que admiración
Porque solo repetía: “Señor, mi Congregación”.
Es tan buena la misión, tan grande el apostolado…
Señor, no vayas a permitir que esto vaya mermando.
En el fuego pongo yo la mano por todas mis hijas;
Es verdad que son de arcilla: “Modela tú su vasija”
Para que puedan llevar por el mundo tu semilla:
De consuelo en el dolor, en la pena… de alegría.
Se tapó la cara y luego miró a la Virgen María.
Aquí hubo una sorpresa. En lugar de hablar la Madre,
las palabras de la Virgen, era lo que más se oía:
“Soledad, no tengas miedo”
Da una vuelta por el cielo y verás lo que te encuentras:
Cientos, miles de almas que ahora gozan de la gloria
Ayudadas por tus Siervas.
Anda, dale a tus hijas una palabra de aliento
Ahora que están celebrando el gran acontecimiento.
Es verdad, hace 125 años les dejé de testamento:
“Que tengáis paz y unión” y de misión los enfermos.
No lo olvidéis, hijas mías. Leer, releer las cartas
Que en ellas, siempre, siempre, encontrareis enseñanzas.
Desde el cielo os bendigo. Intercedo por vosotras.
Y a todas os espero, allá en la gloria.