S. de M. peregrinas en Santiago

 

LAS SIERVAS DE MARÍA EN EL CAMINO DE SANTIAGO

«Coraje, vayan adelante, hagan ruido…” (Papa Francisco)

jpj rocio 297 Santiago 1

 

BREVE HISTORIA: El Camino de Santiago (en gallego: Camiño de Santiago) conocido universalmente, es una ruta que recorren innumerables peregrinos procedentes de toda España, de toda Europa, Latinoamérica y del mundo entero para llegar a la ciudad de Santiago de Compostela, donde se veneran las reliquias del apóstol Santiago el Mayor. Durante toda la Edad Media fue muy concurrido, después fue ligeramente olvidado y en la actualidad ha vuelto a tomar un gran auge. El Camino de Santiago Francés y las rutas francesas del Camino fueron declarados por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1993 y 1998 respectivamente;[][] Itinerario Cultural Europeo por el Consejo de Europa y ha recibido el título honorífico de Calle mayor de Europa.

 

PRIMERA PEREGRINA: MADRE GENERAL – Era impensable para nosotras esta experiencia, pero providencialmente se encontraba Madre General, Alfonsa Bellido, en nuestra provincia de Andalucía, concretamente en la comunidad de Almería pasando la Visita canónica, cuando D. Ramón Garrido Fundador de la asociación de “Providentia”, vino a saludarla y a proponerle la oportunidad de que algunas Hermanas hicieran el camino de Santiago, como camino de pastoral vocacional y de testimonio de Vida consagrada a los jóvenes. Madre General se entusiasmó con la propuesta y después de sopesarla debidamente, la comentó con Madre Provincial llegando las dos a un acuerdo; propusieron a dos Hermanas la idea de poder vivir esta experiencia y la  acogieron con gran ilusión, dando el esperado sí a nuestro buen sacerdote que tuvo el detalle de contar con nosotras.

 

LAS SIERVAS DE MARIA EN EL CAMINO: Salimos de Almería con la Asociación de Providencia, en un grupo juvenil de 27 personas, entre chicos y chicas de todas las edades, iban tres matrimonios, un Sacerdote, un diácono, un seminarista, y dos Siervas de María, Sor Trinidad Melguizo y Sor Ana Rosa Contreras.

 

Hacer el camino de Santiago, significa para los que lo recorren, vivir una experiencia fuerte de debilidad, de encuentro con uno mismo y con su realidad, ya que se trata de transitar el camino de la propia vida, con sus cuestas y llanuras, subidas y bajadas, sus piedras y su camino plano, su sol y nublados, incluso lluvia y ¿cómo no? los  riesgos y  miedos, porque todo peregrinaje en la vida, implica temor y aventura a lo desconocido, al cansancio a…no saber con qué nos vamos a encontrar, a dudar de si seré capaz o no. Pero al tener clara la meta se sigue adelante a pesar de las ampollas en los pies, de las agujetas en el cuerpo y de los rayos de sol que siempre dejan marca.

 

La experiencia fue muy intensa, ya que el sacerdote que nos acompañaba, estimulaba y unía al grupo. Todas las noches (no importaba el cansancio) proponía a una persona o a varias para compartir su testimonio a todos, y  las Siervas de María no fuimos menos, también nos tocó exponer la vivencia de la propia debilidad, de la fuerza que se saca del silencio, de la alegría que comporta caminar con otros y de la felicidad de la entrega a Dios en una misión concreta como la nuestra que es la “asistencia a los Enfermos”

 

Por el camino, como los  de Emaus, hablamos con los jóvenes y respondíamos preguntas, aclarábamos dudas y dábamos respuestas claras y directas sobre lo que supone seguir a Jesús, proponiendo a las chicas, sin excluir a los chicos, claro, a hacer el camino de discernimiento para escuchar la voz de Dios dentro de ellas mismas. Fueron días muy fuertes de encuentro con Dios; las Horas Santas y las reflexiones que teníamos ayudaban a profundizar en todo lo que supone llevar al Maestro de compañero al lado, sobre todo cuando las cosas no van del todo bien, el se hace el escondido para salir al camino como lo hizo con los de Emaus ¡Qué torpes y tardos sois! O como lo cuenta la historia de las huellas sobre la arena: “cuando solo veías un par de huellas, era porque yo te llevaba en mis brazos”

 

Como Sierva de María, el Camino de Santiago ha supuesto hacerme consciente de que Dios va a mi lado y de que, sin caer demasiado en la cuenta, he tenido clara la meta siempre, que es él quien guía cada paso y cada circunstancia, que como pasa en el recorrer de los kilómetros, Dios quiere demostrar su presencia en medio de los pedruscos y de los caminos inciertos y que a pesar de los desánimos y del cansancio, él está ahí, soplando su aliento en la brisa suave de cada amanecer para inspirar nuevos pasos hacia el destino final: EL.

 

Dicen que el que empieza el Camino de Santiago no lo acaba de la misma forma que lo empezó, y es verdad; unas personas nos encontramos con otras que llevan la misma meta y los mismos ideales o diferentes. Pero muchas veces llevamos en la mochila más cosas de las que Dios quiere que llevemos y un camino arduo hay que recorrerlo ligeros de equipaje y tener en cuenta siempre que no vamos solos, que Alguien oculto y discreto va a nuestro lado en forma de bastón, o de amigo, o de compañero. El camino de Santiago no ha cambiado nada en la persona, pero sí  ha marcado un horizonte claro de confianza y de compromiso en Aquel que es la meta a la que tiendes y aspiras.

 

Santiago 2

 

 

 

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