Sor Francisca

TESTIMONIO DE UNA CONSAGRADA

Sor Francisca

Es apasionante hablar de Dios, de su vida, de su persona… pero más apasionante es aún, el haberse encontrado con Él, con esa Persona que seduce y que te deja el corazón «tocado». ¡Cómo cambió mi vida cuando me encontré con Él!; las palabras no pueden expresar tal sentimiento. ¡Sólo se puede vivir!

Ese primer encuentro que te quiero contar, no fue el que de verdad cambió mi vida pues hubo muchos y variados en los que no le hic


Con 16 años conocí de cerca a la que iba a ser mi familia fraterna: las «Siervas de María»; y digo más de cerca porque de hecho las conocía bastante de verlas por mi pueblo. sin embargo, el Señor que como decía tiene su momento, me las puso en mi camino en el momento oportuno; cuando yo conseguí comprender que eran ellas y con ellas donde me quería «atrapar», pues no puedo ocultar que durante nueve años estudié en las Carmelitas de Vedruna y ellas también sembraron y cuidaron la semilla de mi vocación, aunque en algunos momentos,  no le supe reconocer. Él tiene su día y su hora, y esa llegó cuando tenía 14 años. El Señor sabe cómo hacer las cosas y, en mi caso, utilizó otras manos, otros ojos que no eran los suyos; se valió de una profesora que supo presentármelo como nadie lo había hecho; me llegó tan dentro que, día a día en largas conversaciones y en la Eucaristía diaria «me enamoré perdidamente» A partir de entonces, mi vida cambió y, ¡de qué forma!. Jesús me hacía sentirme la persona más feliz, aunque también tengo que confesarte mis momentos de desconcierto e inquietude
s; pero una cosa tenía clara: quería ser de Él y luché hasta conseguirlo.

A lo largo de dos años fui conociendo a las Siervas de María; el contacto con ellas a través de convivencias, de ratos de oración, de retiros, etc. hicieron que madurara mi búsqueda, tomando la decisión de entregarme a Dios en esta Congregación, atraída por el carisma-misión de servir a los enfermos gratuitamente. Me entusiasmaba el lema evangélico: «Estuve enfermo y me visitaste». Tomé la opción de dejarlo todo; confieso que no me resultó difícil pues lo dejaba por un bien mayor; lo costoso fue superar los obstáculos que mi entorno familiar y de amistades me ponían; no entendían ni comprendían mi decisión, pero con paciencia y la fuerza del Espíritu, triunfó su gracia.

A los 19 años ingresé en la Congregación como Postulante, continué los dos años de Noviciado hasta hacer mi Profesión temporal. Tres años de formación intensiva a todos los niveles para ir conociendo y saboreando el gran regalo de la vocación religiosa vivido en comunidad, donde se comparte todo lo que se tiene y se es; con las Hermanas se puede todo, son para mí faro y luz 

en este camino de encuentro con Él, consciente de que el seguimiento es un proceso en el que juntas sentimos fuerza y entusiasmo para crecer en fidelidad.

Después de este periodo intensivo en Madrid, me trasladaron a Andalucía donde proseguí mi formación alternando con el ministerio, o sea, la asistencia domiciliar a los enfermos. Te puedo afirmar que esta misión es cautivadora, profundamente evangélica; no te puedes imaginar lo felices que somos dando nuestra vida a los demás. Creo no equivocarme de que si tuvieras la dicha de conocerla, te vendrías con nosotras.

Mi compromiso perpetuo, hace ya doce años que lo hice y, sólamente puedo estar agradecida por todo y tanto recibido y vivido. Primeramente a Dios, autor de mi llamada; a mi familia y, muy especialmente a mis comunidades religiosas por regalarme cada día lo mejor de ellas propias.

Te invito, te animo a embarcarte en esta aventura apasionante; suelta tus amarras y hasta tu mochila; prueba a remar con Él, verás que la Vida Religiosa es un tesoro que hay que ir descubriendo y por el que vale la pena dejar las «baratijas» de este mundo tan halagador aparentemente, pero también engañador y adulador.

¡Adelante! acércate a Jesús: Maestro y Amigo Fiel!

Él te necesita, te espera: ¡ven y verás que no defrauda!

Sor Francisca Román ( S. de M)

 

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