“MARÍA SOLEDAD, MUJER FUERTE”
María Soledad, la mujer fuerte en su debilidad,
La mujer firme, confiada y audaz
Pequeña y sencilla, grande y noble por su humildad.
Gigante en sus empresas, la obra de Dios consolidará.
Evangelio vivo, Icono mariano, buen samaritano,
Sierva libre y alegre en su disponibilidad.
Presteza y agilidad, delicadeza y esmero levantan su vuelo
llegando al que sufre, sanando y acompañando al enfermo en su soledad.
Vivo retrato de la misericordia divina, del Jesús medicina;
De María, enfermera titular;
Delicada, solícita y eficaz.
Madre y maestra de una familia secular.
Encarna en su vida y carisma, el amor oblativo,
la belleza de servir en delicada gratuidad, a la dolorida humanidad.
Es la sencilla alegría de una entrega que sólo ansía:
Aliviar, confortar, infundir esperanza, transmitir paz.
Ser evangelio de la misericordia, mano sanadora, casa y hogar.
Carta abierta, escrita con mansedumbre, entereza y humildad:
Alienta, orienta, esclarece y exhorta con celo y afán de enseñar,
el arte divino, la forma suave del saber amar y estar.
Tu escuela, Madre, tu fidelidad y constancia,
tu santidad heroica en lo más sencillo y cotidiano
son, para tus hijas: estímulo y empeño que empujan la barca en alta mar
lanzándonos a remar, navegar y surcar.
Navegar, navegar, hay que navegar;
Remar y remar, remar sin cesar, surcando mares, lanzando redes
En nombre de Cristo que nos manda a pescar.
Navegar, navegar, hay que navegar;
Remar y remar, remar sin cesar, surcando mares, lanzando redes
En nombre de Cristo, la pesca se hará.
María al timón, la barca segura y ligera, a puerto llegará.
Tus hijas, las Siervas, dóciles y expertas,
harán la travesía sin vacilar.
La barca la guía el Gran capitán, Jesús de Nazaret,
el mejor pescador de la humanidad.
“TESTIGOS DE AMOR, DE LUZ Y DE PAZ”
Seré tu testigo, Señor,
Heraldo de bien, mensajero de paz, profeta de amor.
Iré donde quieras, mi Dios.
Llevando tu paz, brindando perdón
sanando heridas, también soledad.
Seré luz del mundo, Señor,
Luz que alumbre las noches del dolor.
- Iré por la vida, Señor, abriendo caminos,
haciendo senderos, marcando rutas de felicidad.
Sierva de María, tu vida es misión:
Sé lámpara en la noche, aceite que avive la llama
y encienda el fuego ardiente de la caridad.
- Alumbra la casa, calienta el hogar
del enfermo solo, del paciente y triste,
que esperan tu tiempo, tu apoyo fraterno y tu amistad.
Ofrece descanso, brinda esperanza y consuelo.
Del desnudo, sé túnica, del enfermo, altar.
- Sé para todos, abrazo y encuentro,
Sosiego y reposo, quietud y seguridad.
Levanta los ojos al cielo, donde Dios es:
Luz, Fuego, Sol, claridad.
Vida sin fin, eterna Verdad.
- Siervas de María, somos testigos de Dios;
Samaritanas felices, audaces y valientes
sanando al herido, con delicado esmero,
Con espíritu evangélico, con solícito amor.
- Envíanos, Señor donde quieras;
donde quieras iremos, Señor
Llevando tu paz, brindando perdón,
sanando heridas, también soledad.
Llenando de alegría y de esperanza cada familia, cada hogar.
SOLEDAD EN LA INTIMIDAD
En la intimidad de tu soledad
En tu intimidad, Madre Soledad, brotan ríos de santidad:
Rica parcela, fértil heredad,
fecundo espacio para reavivar la fraternidad.
Buena tierra: frondoso campo donde Dios habita
y generoso esparce la semilla que engendra santidad.
¡Oh caridad, oh humildad, oh sencilla hermandad!
Crece y fecundad la comunidad.
En la soledad, Madre Soledad,
tu vida se forja para ser Madre y maestra,
Fundadora de la gran familia que Dios te inspirara formar:
“Samaritanas de una humanidad caída y abandonada”
Soledad, Madre Soledad, fuiste y eres don de Dios,
Grano de mostaza, levadura en la masa,
Sarmiento vivo por donde corre la savia;
Fiel samaritano que acaricia el rostro del herido hermano.
En la soledad, tu nombre es un grito,
un grito dolorido que nace del alma
Y anhela escuchar: “aquí estoy, te amo y te espero”
Soy abrazo, soy compañero; dirijo tus pasos, tu lento sendero.
¡BIENAVENTURADA EN TU POBREZA,
MARÍA SOLEDAD!
¡Bienaventurada, Madre Soledad en tu pobreza!
¡Qué bien supiste convertirla en riqueza!
¡Cómo la acogiste por fiel compañera!
La tomaste por hermana y maestra.
Perla preciosa que brillaría en tus casas, en tus Hijas
Y en sus obras sencillas.
Tesoro que robusteció tu vida
Tu frágil persona, tu discreta y prudente vida.
No poseíste museos ni alhajas,
Ellos serían los enfermos y sus llagas.
Pobre y sencilla, así te escogió el Dueño de la Viña,
El Poderoso Señor.
¡Ve y trabaja! ¡Construye mi casa!
Y tú, manos a la obra, comenzaste a tocar de puerta en puerta,
Casi descalza, peregrinando de pueblo en pueblo,
Implorando al que sabías te podía, una migaja prodigar.
De ciudad en ciudad, miles de enfermos recibían tu llegada.
Acogiendo tu gratuidad desbordada,
en un servicio atento, delicado y total
en su propia casa.
En el lugar de sus ensueños, de sus costumbres y afectos;
Rodeado de la reconfortante presencia
de una familia querida, de un ser cercano
de un ángel de caridad.
Madre, Soledad, bendita en tu pobreza que forja la santidad,
gloriosa, atractiva, bienaventurada;
haciendo realidad en este mundo,
el vivir más elevado, el sermón de la montaña.
¡BIENAVENTURADA, MADRE SOLEDAD,
EN TU HUMILDAD!
¡Dichosa tú, feliz Madre Soledad!
Porque viviste finamente la humildad.
La bienaventuranza más sublime, más delicada y necesaria
Para que florezca la fraternidad.
¡Dichosa tú, sí, Madre Soledad!
Porque lograste, mansa y humilde, llegar donde estás:
En los cielos, en los altares, en el corazón de tus hijas
y en los enfermos que margina nuestra autosuficiente sociedad.
¡Cómo entendiste las bienaventuranzas de Jesús
Y con qué elegancia las hiciste emblema de tu vida y misión!
Joya preciosa de tu rica espiritualidad,
Virtud característica de tu vida y santidad.
Tu seguimiento de discípula, te hizo firme seguidora del Gran Maestro
Que con su vida supo enseñar:
La ternura, la comprensión,
La dulzura y suavidad.
¡Con qué mansedumbre y entrega generosa
Supiste: corregir, ensalzar y suavizar
Las asperezas de la vida, allanar los caminos tortuosos
Abajar la elevada y sutil vanidad.
Salías al encuentro del tímido, caminabas al lado del cansado,
Arropabas al desnudo y humillado, Alentabas la fría y oscura soledad.
Tendías tu mano al vacilante y decaído, mirabas al triste y turbado,
Ante las penas ajenas, llorabas, sonreías al que te hacía sufrir y llorar
¡Dichosa, feliz, Madre Soledad!
¡Qué serena era tu mirada,
Qué dulce y delicado tu hablar,
Qué paz transmitías al abrir tus brazos
Para acoger y perdonar!
¡Bienaventurada, María Soledad!
Por tu mansedumbre y misericordia,
Por tu hambre de justicia y santidad,
Porque tu pequeñez te engrandeció
Tu sencillez, te ennobleció
Y tu humildad, te ensalzó hasta el altar.
Por Mª Pepa Escobar Pérez
Sevilla 11 de Octubre de 2012
¡Chamberí! el mítico, castizo, histórico y legendario barrio madrileño, no podía suponer nunca que además de ser terreno templario en los tiempos de esplendor de la orden, posteriormente bosque de caza, después centro de las primeras fábricas de ladrillos, escenario de sainetes, cobijo de las casas de los trabajadores de dichas fábricas, iba a ostentar, ser cuna de una nueva y hermosa Institución en la Iglesia: las SIERVAS DE MARIA, MINISTRAS DE LOS ENFERMOS, fundada por Madre Soledad Torres Acosta, elevada a los altares en 1970 por SS. Pablo VI.
Y ¿quién es la Madre Soledad Torres Acosta? Nació esta niña en Madrid en un bonito rincón, la calle de la Flor Baja, que hoy ocupa parte de la Gran Vía, el día 2 de diciembre del año 1826. Hija de padres modestos, de profundas raíces cristianas; asistió al colegio que las Hijas de la Caridad regentaban en la calle Amaniel. De sus padres, bebió el gran amor al Señor y a la Stma. Virgen que marcó toda su vida, completando en el colegio esta formación cristiana, junto con la cultura que se impartía en su tiempo; es fácil imaginar a la niña cumpliendo los deberes escolares y asistiendo cada día al rezo del Santo Rosario, precioso Evangelio mariano que Santo Domingo de Guzmán extendió sobre la tierra, asegurando que la Virgen en una revelación le había pedido primero la devoción entre los frailes de su convento y desde allí a toda la cristiandad. Devoción que Madre Soledad practicará durante toda su vida e inculcará a sus Hijas un gran amor a esta oración mariana.
Santa María Soledad
Terminada su época escolar vive una juventud piadosa, entregada a sus quehaceres y a practicar obras de caridad. No es de extrañar que pronto sienta una gran atracción hacia la vida religiosa, fijando sus ojos y su corazón en un Monasterio de Madre Dominicas, que en su niñez, ella había frecuentado, con una tía suya, encargada de mantener la lamparilla de la Virgen de los Dolores, que se veneraba en el portal de las monjas. Solicitó su ingreso, pero al estar el cupo completo, la hicieron esperar por tiempo indefinido… Tiempo que a Soledad le parecía interminable.
En esta larga espera, le llega la noticia de que el párroco de Chamberí, Don Miguel Martínez y Sanz, está reuniendo un grupo de mujeres piadosas que quieran dedicarse al cuidado de los enfermos en sus domicilios, gratuitamente y por pura caridad, según la inspiración que Él había experimentado, y con el permiso del Señor Cardenal-Arzobispo de Toledo, Dn. Juan José Bonel y Orbe (Diócesis a la que pertenecía Madrid, por aquellos años); Soledad se ofreció de todo corazón a colaborar. En un primer momento el sacerdote desconfió de las fuerzas de la joven, pero ella postrada de rodillas ante el sagrario, suplicaba:
¿Por qué me rechazan, Dios?
Yo solo quiero servirte,
dar consuelo al que se muere,
ayudar a los enfermos
que viven abandonados.
No permitas Señor que mi apariencia,
me prohíba entregarme a mis anhelos.
De ofrecerles mis horas y desvelos
a los pobres enfermos moribundos.
Que tengan mi consuelo en esa hora,
hallen misericordia en su miseria.
En que un triste adiós sobre la tierra
el miedo de la muerte los devora.
Hablarles de otra tierra prometida.
Donde un pastor eterno a su rebaño
los protege de angustias y de daño
en una eternidad de hermosa vida.
Es mi sueño, Dios, y mi presencia
que aparece llena de debilidad,
es tan solo y en honor a la verdad
una equivocación de la apariencia.
El cielo oyó sus suplicas, y finalmente el párroco se dio cuenta que era un alma de Dios tocada por el Espíritu Santo.
Y con ella, y seis compañeras más fundó la Institución de Siervas de María, Ministras de los Enfermos, el día 15 de Agosto de 1851, festividad de la Asunción. Asistían a los enfermos en su domicilio y hospitales de forma completamente gratuita y con una vocación y amor infinito.
El párroco, Don Miguel, creyendo ser llamado por Dios a otra nueva misión, marcha a Fernando Póo, cinco años después de la Fundación de las Siervas, dejando la incipiente obra sin consolidar. Dejó en su lugar a un joven e inexperto sacerdote de 26 años, y a Madre Soledad la nombró Superiora, con sólo 30 años de edad; era la más joven y apta de las pocas que quedaban.
Difíciles fueron estos años para Madre Soledad: joven, sin recursos, sin personal…rodeada, como pasa en estas ocasiones, de un ambiente adverso, todo parece estar tocando a su fin; pero su amor a la Congregación era por demás; está empeñada en que el Instituto no puede derrumbarse, en que “Dios abrirá puertas de claridad”; Aún fallando todos los resortes humanos, no ceja, insiste más y más en la oración El sufrimiento y la humillación la acercaron más al sufrimiento de Cristo en la Cruz. En este tiempo es cuando Madre Soledad se convierte en Fundadora propiamente dicha de las Siervas de María.
Poema a la Amistad
Pues la amistad es un tesoro
que yo cuido con esmero
cual cariño verdadero
que tanto aprecio y valoro.
Ya que estimar su valor
es algo grande en esencia
y carece de existencia
cuando domina el rencor.
Aquel que recto camina,
reparte amor con largueza
y el odio no lo domina,
jamás baja la cabeza
y solo ante Dios se inclina.
Quien odia, jamás alcanza
un estable bienestar,
porque se niega a aceptar.
Que en la divina balanza
pesa menos la venganza
que el placer de perdonar…
Tiempos revueltos le tocó atravesar a Madre Soledad; había vivido la primera república de España, el asesinato de Prim, el advenimiento de Amadeo de Saboya, la restauración Alfonsina, el dolor del rey por la muerte de su esposa, mientras el pueblo se moría de cólera y los enfermos que debían atender se multiplicaban, ya que muchos eran abandonados por su familia por miedo al contagio. Pero las siervas de María jamás flaquearon en su labor, asistiendo a esos enfermos en todo momento a pesar de aquella epidemia de tanto riesgo. También una joven sierva falleció al lado de una enferma de cólera, contagiada de esa terrible enfermedad.
En 1885 murió Alfonso XII, se murió en el Pardo como dice un viejo cantar: como un triste D. Juan que se calcina y ocultando su luto en su fracaso, España contempló a María Cristina su segunda esposa. Y entre aquellos españoles que la vieron llorar y dar a luz a un hijo póstumo, estaba Madre Soledad Torres Acosta, sierva de María, amiga de Jesús y ejemplo de la Caridad.
Y mientras la historia seguía su curso, Mª Soledad, con sus Hermanas, seguía cuidando enfermos, de cualquier enfermedad por contagiosa que fuera, y sin hacer distinción de creencias o de clases sociales. Con devoción infinita, respeto y gratitud arrodillada a los pies del amor de sus amores la Santísima Virgen María, rezaba:
Madre mía que estás en el cielo
envía consuelo a mi corazón;
cuando triste llorando te llame
tu mano derrame feliz bendición.
Sin ti el mundo no tiene ventura
contigo amargura jamás puede haber
sin ti, madre de castos amores,
no hay más que dolores, contigo placer.
Quiero madre en tus brazos queridos
como niña pequeña dormir
y escuchar los ardiente latidos
de tu pecho de madre nacidos,
que laten por mí.
Ese corazón puro, inmaculado, de María Soledad, tan solo gozaba dialogando con su Madre Celestial y también, como sierva de María, protegiendo y animando a tantos necesitados que sufrían en los momentos últimos de su existencia en esta vida terrenal.
No tengas miedo a morir,
que Jesucristo te espera
para ofrecerte su amor
y el precioso resplandor
de su mansión celestial,
y el cobijo maternal
de su Madre Inmaculada
Por eso, no temas nada,
que al acabar tu agonía
disfrutarás para siempre
la presencia de María.
Yo soy su sierva y se bien
que en el jardín del Edén
gozarás eternamente
de la hermosa salvación:
ofrece tu corazón
y la cruz sobre tu frente.
No es el vivo quien vive solamente,
ya que el muerto también, de otra manera,
vida goza más dulce y placentera
si es que vivo, vivió como creyente.
Son dos vidas. Y en las dos,
cuando se apaga la llama de los vivos,
el Señor prende otra, de tal suerte,
que la vida la enlaza con la muerte
en dos actos que son consecutivos.
soy creyente, creo en Dios.
(Se dice que nadie muere si hay alguien que lo recuerde.)
Dos años más tarde, concretamente el día ll de Octubre de 1887, a los 61 años, dejando la Congregación bien consolida, habiendo fundado 46 residencias de Siervas de María, repartidas por toda España y más allá del Atlántico, (En Cuba y Puerto Rico), murió la frágil monjita que nació en el castizo Madrid, y tan madrileña fue, que la villa y corte le dedicó una plaza con su nombre aunque después el pueblo la llame plaza de la Luna, sin duda por una antigua costumbre del nomenclátor…Ahí se encuentra la Parroquia de San Martín, donde Madre Soledad recibió las aguas del Bautismo.
Entre sus manos cruzadas sobre su pecho llevó al viaje eterno el Santo Rosario
Viva María y el Santo Rosario
venerado rito de los fieles,
yo me alimento con sus ricas mieles
rezándolo gozosa a diario.
La historia cuenta de un devoto, Mario,
que vivió convirtiendo a los infieles,
y llevaba un rosario entre sus pieles,
que imponía cual Santo Escapulario.
Demostró lo falaz del Paganismo,
el falso dios por ellos adorado
extendiendo la fe del Cristianismo.
Yo quisiera vivir en ese estado,
como Mario vivió, hacer lo mismo,
convirtiendo al hermano separado.
Piropos, flores a ella,
Madre de Dios hecho hombre,
bendiga el cielo tu nombre,
hermosísima doncella,
luz que entre la luz destella,
en tu escapulario Santo,
empapa Virgen mi llanto,
dame por cada plegaria
la fortaleza necesaria
para ampararme en tu manto.
Rosario bendito, corona de flores
lírica perfecta, bella letanía,
piropos bonitos de gracia y amores
que en verbo engarzado sube hasta María.
Fue Beatificada por Pio XII el 5 d Febrero de 1950 y canonizada en 1970 por Giovanni Batista Montini, Pontífice Pablo VI
En la actualidad, la Congregación de las Siervas de María, cuenta con 1.570 Religiosas, repartidas en 116 comunidades de cuatro partes del mundo: Europa, Asia, África y América (del Norte y Del Sur). La Casa Madre, cuna del Instituto, en Madrid, y la Casa Generalicia en Roma
Necesitaría toda una tarde o más para resaltar las grandezas y labores de las siervas de María, pero me faltan palabras y fallaré si lo intento. Tan sólo acierto a decir que son benditas palomas celestiales, entregadas a sus enfermos con abnegación infinita, humanidad y eficacia permanente, como auténticas samaritanas.
También creo oportuno reconocer que hasta hace muy poco tiempo ignoraba la existencia de las Siervas de María. Pero hoy tengo el inmenso placer de resaltar, que ha sido lo mejor que ha sucedido en mi vida.
Por eso, no me cansaré nunca de agradecerles al todo poderoso y a la Santísima Madre Virgen María de Nazaret, el haberlas puesto en mi camino y también haber necesitado de ellas, bellísima experiencia que jamás olvidaré.
Y termino esta breve semblanza, con una plegaria a la Virgen de la Salud:
No hallo título mayor,
Virgen mía, para darte,
que entre todos los que tienes,
el más hermoso es de «MADRE»
porque lo fuiste de Cristo
y de Santos ejemplares,
los que en la Última cena
fueron dignos comensales,
a los que Jesús les dio
el pan de su propia carne,
y el buen vino generoso
ya convertido en su sangre;
lo eres también del creyente
en tus dotes maternales,
incluso hasta del impío
empeñado en ignorarte;
Madre de aladas criaturas
más conocida como ángeles
de querubes serafines
todos ellos Celestiales
formando un divino coro
que te sigue todas partes.
Virgen de la Salud, tú que eres
Madre de todo lo que nace,
harto dichosa me siento
al decir que eres mi madre;
y aquí de hinojo, a tus plantas
me inclino para rezarte,
imitando en mi plegaria
a San Gabriel, aquel Ángel,
que un día te visitara
para, gozoso, anunciarte
que Cristo estaba en tu vientre,
MARÍA QUE DIOS TE GUARDE…
Qué gozada sentir el cariño de tantas personas hacia nuestra humilde Madre soledad,exaltando su vida, su santidad y obra! Sea ella un estímulo para cuantos la contemplen como todos estos que con ternura, han dejado constancia de su admiración por ella.
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Nos alegramos le haya gustado.
Gracias!
el mejor pescador de la humanidad.
Sin duda. Dejemos que Él guíe nuestra barca y nuestra pesca.
Bendiciones de Dios
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