Clausura del año de la vida consagrada

2 Feb

Feliz día CuriaDel 30 de noviembre de 2015 al 2 de febrero de 2016 hemos vivido con gozo y comunión eclesial el fecundo Año de la Vida Consagrada, el cual nos disponemos a clausurar en este mismo día en que celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada bajo el lema: «La vida consagrada, profecía de la misericordia». Si hacemos balance de este Año de la Vida Consagrada, bien podemos mirar atrás con profunda gratitud a Dios por todo lo acontecido al respecto, y le rogamos nos conceda la gracia de seguir viviendo el presente con una entrega verdaderamente apasionada por el Reino y de mirar al futuro en la confianza de la Providencia divina, que nunca nos ha de faltar.  Le pedimos también que nos conceda la gracia de la radicalidad evangélica siendo profetas de esperanza.

Roguemos al Señor para que en este Año Santo de la Misericordia, especialmente, todos los consagrados y consagradas de nuestra amada Iglesia sean testigos infatigables de ese Amor que el mundo olvida y que, en cambio, tanto necesita. Que sean profetas de misericordia y profecía del amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo, el primer consagrado al Padre, y con el que los consagrados se identifican en su forma de vida y en sus gestos inconfundibles, llenos de caridad, dando de comer al hambriento, de beber al sediento, vistiendo al desnudo sin cerrarse a la propia carne, acogiendo al forastero y asistiendo a los enfermos, visitando a los presos de múltiples cárceles existenciales y dando sepultura a los que mueren y pasan de este mundo al Padre. Profetas y profecía de ese amor misericordioso y tierno, lleno de compasión que sabe dar consejo a quien lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir a quien se equivoca, consolar al triste, perdonar siempre las ofensas recibidas, soportar con paciencia a las personas molestas, y orantes que no desfallecen en la intercesión ante Dios por los vivos y por los difuntos.

Que las santísima Virgen María, mujer que contempla el Misterio de Dios en el mundo y en la historia, mujer diligente que ayuda con prontitud a los otros, y modelo de cada discípulo-misionero, acompañe siempre a todos nuestros hermanos y hermanas de la vida consagrada y a toda la Iglesia. Y así como la Virgen Inmaculada presentó a su pequeño Jesús en el Templo para la ofrenda al Altísimo, también nosotros, en este día, ponemos la vida consagrada en el altar de Dios y bajo la protección materna de la Virgen, Madre de Misericordia.

✠ VICENTE JIMÉNEZ ZAMORA Arzobispo de Zaragoza Presidente de la C.E. para la Vida Consagrada

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