El Espíritu del Señor acoge nuestra debilidad

26 May

Con cada don del Espíritu, somos enviados a testimoniar nuestra fe y nuestra pertenencia a la Iglesia que Cristo fundó y deja a la valentía y responsabilidad de cada discípulo el ser portadores de esos dones, sobre todo produciendo los frutos que adornan y santifican la vida eclesial.

Pentecostés es esa manifestación arrolladora que suave y fuerte a la vez, hace posible que la tierra se inunde de paz, alegría, bondad, magnanimidad… Nos pone en acción, para que se haga realidad el gran deseo y mandato de Jesús: «que todos sean uno, como Tú y Yo Padre» gracias al soplo vivificante e impulsor del Espíritu Santo, del gran Consolador, del Huracán que esparce las aguas para que la sequía de la tierra se riegue y produzca frutos en abundancia.

VEN, ESPÍRITU DE PAZ Y DE AMOR!

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