La santidad es el adorno de tu casa, Señor. Por eso hoy, nuestra casa en cada lugar del mundo, está adornada pues la santidad se deja sentir, tocar y hasta aspirar ese perfume de nuestra Madre Soledad en su sencillez humide y fecunda que la cubrió de gloria en el cielo y la proclamamos a voz en grito en este universo inmenso por donde Dios se sigue haciendo presente, amado y cercano al ser humano en sus criaturas. Hijas de Madre Soledad, seamos esas «piedras» firmes que mantienen y construyen la gran familia de Siervas de María, cuyo edificio acoge y acaricia con ternura tantos «rostros, cuerpos y miembros dolientes».
Estamos de ENHORABUENA y con nuestra familia celestial, damos gloria y gracias a la Fundadora de una gran familia que quiere recrear su testamento espiritual: ¡HIJAS MÍAS, QUE TENGÁIS PAZ Y UNIÓN!